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La tarde caía lentamente el primero de junio pasado mientras un nutrido grupo de mas de treinta mil fanáticos de todas las nacionalidades se agolpaba frente a la tarima, de mas quince metros de largo, que reposaba sobre la esquina derecha del estadio Anfield de Liverpool.
La excitación en el polideportivo más grande de la ciudad crecía con el pasar de las horas mientras desfilaban sobre el escenario bandas de la talla de Zutons y Kaiser Chief pero todos esperaban a Paul McCartney quien iba a reencontrarse con su ciudad natal después de mas de cinco años de ausencia.
Sobre la tarima, un gran letrero con la frase “Liverpool”, cubría prácticamente toda la tribuna mientras que atrás y a los lados, reposaban dos pantallas digitales y un gran telón de fondo donde se proyectarían, en las próximas dos horas, fotos y películas de los Beatles.
McCartney y su banda subieron finalmente al escenario como a eso de las seis de la tarde bajo el ruido ensordecedor de miles de voces ansiosas de ver a uno de los músicos mas grandes de todo el planeta vestido con un atuendo muy parecido al que solía llevar en sus días con los Beatles y el famoso bajo, en forma de violín, que le dio fama internacional en la década de los sesenta.
La excitación en el polideportivo más grande de la ciudad crecía con el pasar de las horas mientras desfilaban sobre el escenario bandas de la talla de Zutons y Kaiser Chief pero todos esperaban a Paul McCartney quien iba a reencontrarse con su ciudad natal después de mas de cinco años de ausencia.
Sobre la tarima, un gran letrero con la frase “Liverpool”, cubría prácticamente toda la tribuna mientras que atrás y a los lados, reposaban dos pantallas digitales y un gran telón de fondo donde se proyectarían, en las próximas dos horas, fotos y películas de los Beatles.
McCartney y su banda subieron finalmente al escenario como a eso de las seis de la tarde bajo el ruido ensordecedor de miles de voces ansiosas de ver a uno de los músicos mas grandes de todo el planeta vestido con un atuendo muy parecido al que solía llevar en sus días con los Beatles y el famoso bajo, en forma de violín, que le dio fama internacional en la década de los sesenta.
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